4 dic 2014

Que cada lágrima se convierta en uno de tus deseos


Publicada en La Nueva España, jueves 4 de diciembre 2014


Para Carmen



Ahí estoy, de pie, en una inestable fragilidad. Con miedo.
Me pasa la esponja por la cara. Sigue descendiendo. Me levanta un brazo, luego el otro. La esponja continúa su labor.
No nos decimos nada. Nada hay que decir.
Cuando acaba con el torso enseguida me seca. No vaya a coger frío.
Coge mi pene como una madre lo hace con su hijo y las partes más íntimas de mi cuerpo quedan en perfecto estado de revisión.
De la cabeza a los pies estoy listo.
Todo con delicada eficacia.
No lo tenía que hacer. Lo hizo. No se lo tuve que pedir. Me lo dio.
Da un paso atrás y espera, sin impacientarse, a que mi torpe cuerpo se desplace.
Sí con ineptitud me muevo noto como me observa desde la distancia. Me paro, miro hacia atrás, allí está.
No importa lo que necesite, ella siempre se adelanta.
Cuando la pierna adquiere dimensiones anormales la mira. Sabe de qué va, forma parte de su vida profesional. Así y todo pasa sus manos una y otra vez por ella, como queriendo aliviarme de todo dolor físico o imaginario.
Durante diez días ha realizado su trabajo, el resto del tiempo me lo ha dedicado. Su vida la ha dejado aparcada.
Ninguna queja. Ni un reproche. Ni una mala cara.
Cuando llegamos a casa, parece que salí de ella hace una eternidad, se moviliza y lo dispone todo para mi comodidad. En un momento todo está listo.
Sin detenerse prepara la cena. No falta el cava.
Llega la hora de ir a la cama y ahí está poniéndolo todo a mi alcance. Controla hasta el último detalle.
Nos damos un beso.
Por fin el sueño parece que se acerca. ¡No me lo puedo creer!
Antes de dejarme llevar, las lágrimas me recorren la cara y solo quiero que cada una de ellas se convierta en uno de tus deseos.

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